La Hostilidad Enmascarada


Hace unos días me llegó un artículo (publicado en el diario Sur J.M.R) muy interesante del que extraigo algunas partes y otras os las comento yo. Es sobre una agresión de la  que no estamos acostumbrados en nuestro entrenamiento diario de Aikido y que existe, os lo aseguro.

Hay personas dadas a provocar conflictos y otras incapaces de soportarlo. Para algunos la tensión, la discrepancia abierta, la ira incluso, son actitudes naturales en las que se desenvuelven con toda soltura y que manejan hábilmente. No les cuesta esfuerzo alguno expresar el enfado o la contrariedad, que en muchos casos les sirve de medio para vencer a sus contrincantes más débiles, para imponerse sobre ellos o someterlos a su voluntad. ¿Pero con qué armas pueden defenderse aquellos que, bien por falta de carácter, bien por convencimiento moral, huyen del enfrentamiento directo? ¿Tendrán que resignarse a la humillación, a la sumisión o la derrota?

La comunicación interpersonal  no es tan simple. No siempre el que parece más fuerte se impone sobre el débil. Y no siempre el débil es el manipulado. Todos disponemos de un instinto atacante que se revela en nuestro interior cada vez que nos sentimos agredidos. Consciente o inconscientemente, empleamos formas de contraofensiva o de ataques directos no exteriorizados, a veces mucho más eficaces que las acometidas enérgicas. Es lo que se ha llegado a llamar la Agresión Pasiva.

Mi abuela decía: “Dios nos libre de las aguas mansas"... Qué verdad tenía.
La agresión pasiva es un trastorno de personalidad, a veces provocado por un pasado para unos especialistas. Una habilidad según el criterio de otros. Consiste en esconder los verdaderos sentimientos e intenciones adoptando formas de reacción no asertivas. Como aquellas cicatrices que llevamos y no deseamos que nadie las pueda ver. Tenía un conocido  que le pasaba algo parecido. Para él, al principio era como un trauma. Creo que algo le quedó de ello, una personalidad trastocada.

Cuando  una persona recibe una ofensa o un daño por parte de otra, lo lógico y natural sería pedir cuentas de una manera razonable, establecer un diálogo con el otro para aclarar la situación y poner de manifiesto nuestra queja, nuestro enojo, nuestra exigencia de reparación.

El agresor pasivo -y aquí reside el comportamiento carencial de su comportamiento- no se enfrenta cara a cara, sino que utiliza respuestas indirectas. Su estrategia se basa en callar y ceder. Pero esa es la apariencia. En realidad, lo que hace es trasladar el conflicto a un terreno donde va a desenvolverse con más habilidad: el sabotaje... En internet podemos encontrar mucha gente así, se esconden tras las webs, chats o blogs.

Las artes del  agresor pasivo son muy diversas. Si en el trabajo, la casa o incluso en el Dojo ha recibido unas órdenes del jefe o persona que está por encima de él por jerarquía o antigüedad, etc., que según él considera abusivas o que simplemente no le apetece cumplir, irá postergando su cumplimiento con excusas diversas hasta lograr que lo dejen por imposible.

Se sustenta en lo que podríamos llamar “el desplazamiento del malestar”. Puesto que se trata de manipular a fin de hacer que el otro se sienta incómodo siendo preciso que la agresión adquiera formas sutiles y encubiertas. En una discusión a gritos entre agresores activos, nadie puede esgrimir un argumento de autoridad que seguramente habrá perdido conforme iba perdiendo los nervios.

Pero si tiene la habilidad de dejar pasar el chaparrón sin llegar a perder los modales, y luego actúa con frialdad calculada, el agresor pasivo lo tendrá todo a su favor para salirse con la suya.
Es cierto que mediante el control de la ira evitamos situaciones violentas que en muchas ocasiones conducen a resultados dolorosamente imprevisibles. La espontaneidad suele ser mala consejera. Pero el agresor pasivo no es necesariamente un sujeto equilibrado o sereno que sabe refrenarse en los momentos difíciles y somete a reflexión todas sus reacciones. Muy a menudo la agresión pasiva surge del instinto. Al decir que consiste en una estrategia de manipulación no nos referimos a que sea producto de la inteligencia. Hay agresores pasivos que callan, aplazan, evitan y se salen con la suya sin haber calculado previamente su estrategia; antes al contrario, la han puesto en práctica guiados por el “miedo" o por el "rencor”.

Pero no estamos sólo ante un tipo de conductas individuales de orden patológico. Habría que preguntarse hasta qué punto las convenciones sociales favorecen estas actitudes, en la medida que prestigian y recompensan las “buenas maneras” -no pocas veces artimañas para encubrir el engaño y la hipocresía- y castigan la sinceridad, la manifestación abierta de las ideas y la expresión clara de las emociones. Al fin y al cabo, nos comportamos según nos han enseñado.

Nuestro entrenamiento diario nos debe ayudar a mantener un espíritu fuerte e inamovible ante agresivos activos y pasivos, debemos ser personas honestas cargados de valores vinculados a nuestro trabajo. Ante gente así que sean capaces de agredirnos y herirnos (sentido metafórico), debemos salir fortalecidos, servirnos de experiencia para nuevos encuentros.

“La vida es un boomerang, si se lanza cargado de cosas positivas, volverá aunque tarde mucho; si se lanza de forma negativa, ese mal se pagará por duplicado".

A todos: cuidado en vuestro entorno, trabajos o Dojos con los agresivos pasivos...
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